Picasso y Málaga
Pablo Ruiz Picasso nació en Málaga el 25 de octubre de 1881. En 1891 marchó con su familia a La Coruña, y más tarde a Barcelona. Regresó en cinco ocasiones a Málaga: en los veranos de 1895, 1896, 1897 y 1899, y durante unos días de invierno entre 1900 y 1901. Desde 1904, residió en Francia, donde falleció en 1973. Diez años escasos y algunas breves temporadas son el balance de las estancias en su ciudad natal, pero en su personalidad, en su conceptos e ideas, se perciben sus raíces malagueñas; también en su obra, en la que desarrolló temas –la tauromaquia, las palomas, lo mediterráneo– que provienen de su infancia. Especialmente significativos son algunos de sus escritos poéticos, donde constantemente evoca los sabores y tradiciones españolas, con preferencia los de su tierra.
Su hija Maya ha narrado por escrito el cariño y la fuerza especial con que hablaba de Málaga (1), y son múltiples los testimonios de personas cercanas que confirman cuánto le gustaba rememorar su niñez. Cualquier comentario podía bastarle para deshilvanar las anécdotas de aquélla época, muchas veces adornadas o exageradas, siempre vívidas y chispeantes. Reivindicaba su origen andaluz y protestaba cuando un periodista mal informado hablaba de “Picasso, el pintor catalán”. Ponderaba los gustos y aromas de la comida andaluza, era aficionado a los toros y al flamenco, sabía de memoria cantes antiguos y usaba expresiones de la tierra. Incluso se ha hablado de sus supersticiones como de un típico rasgo andaluz. En 1957, un grupo de jóvenes pintores malagueños emprendió un viaje para visitarle en su casa de Cannes; el recibimiento fue emocionante y caluroso. Picasso preguntaba: “¿Cómo está la Plaza de la Merced?, ¿se conservan aún los bancos de mármol y las chinas del suelo?... ¡cuántas veces me desollé las rodillas, tratando de saltarlos!, ¿y las palomas...?, ¿se canta todavía aquello de “ adiós patio de la cárcel, rincón de la barbería...?”, acompañándolo con un canturreo al estilo del Piyayo. Y en el jardín de la villa organizó Picasso una improvisada exposición de “artistas malagueños”, considerándose como tal al incluir sus propias obras entre las de aquellos jóvenes (que adoptaron desde entonces el nombre de “Grupo Picasso”). Cuenta Palau i Fabre (2) que asistió a una conversación en la que Jacqueline –su última mujer- le recordaba a Picasso que él había dicho que “ le gustaría ser enterrado en la Plaza de la Merced de Málaga, junto a ella”. Cabe citar, por fin, que en los días de la muerte del pintor las únicas flores que aceptó su viuda fueron las entregadas por el cineasta Miguel Alcobendas, en nombre de Málaga.
(1) RUIZ-PICASSO, Maya. Prólogo al Diccionario Málaga-Picasso, Picasso-Málaga, de Rafael Inglada. Málaga: Arguval, 2005.
(2) PALAU I FABRE, Josep. Querido Picasso. Barcelona: Destino, 1997, pp. 145, 146.
Entre el 25 de octubre de 1881 y mediados de octubre de 1891 transcurre la infancia malagueña de Picasso, desde su nacimiento hasta su marcha a La Coruña. Pablo, Diego, José, Francisco de Paula, Juan Nepomuceno, Crispiniano y de la Santísima Trinidad, nombres con los que se le inscribió en el Registro Civil (a los que se les añadió María de los Remedios en su acta de bautismo) vino al mundo en el segundo piso del nº 36 de la Plaza de la Merced (actual nº 15). Hijo de José Ruiz Blasco y María Picasso López, el parto fue asistido por su tío paterno, el doctor Salvador Ruiz.
Don José Ruiz Blasco era Ayudante de Dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Málaga y conservador del Museo Municipal. Su influencia fue determinante para que Picasso se encaminara a la práctica de la pintura. Por una parte, gracias a él conoció de cerca el ambiente artístico de la ciudad (muchos pintores eran sus amigos o compañeros); por otra, el niño se convirtió en alumno de su padre, que se ocupó de enseñarle las técnicas de dibujo y pintura y, más tarde, en guiarle en su prometedora carrera. De él heredó su gusto por las palomas como tema pictórico y la afición al flamenco y a los toros. Se conservan de esta época sus primeras obras, como los óleos Vista del puerto de Málaga (1888) y El picador amarillo (h. 1889). Podemos afirmar que puede rastrearse el origen de muchas claves de la obra de Picasso en los años de su infancia.
A mediados de octubre de 1891, la familia Ruiz Blasco abandonó Málaga con rumbo a La Coruña, donde don José habría de tomar posesión de una plaza de catedrático de Dibujo.
Posteriormente, Picasso estuvo en varias ocasiones en Málaga: entre abril y septiembre de 1895 y en los veranos de 1896, 1897 y 1899. Su ultimo viaje, acompañado solo de su amigo Casagemas, se desarrolló en los meses de diciembre de 1900 y enero de 1901.
Los padres de Picasso pertenecían a familias asentadas en Málaga desde principios del siglo XIX. La rama de los Ruiz provenía de Córdoba; el apellido materno, "Picasso", era italiano, de origen genovés. José Ruiz Blasco (Málaga, 1838-Barcelona, 1913), fue pintor especializado en temas de animales (aves, especialmente) y naturalezas muertas, con buenas relaciones en los círculos artísticos locales. Profesor de Dibujo en la Escuela de Bellas de Málaga, fue también conservador y restaurador del Museo Municipal. En 1880, contrajo matrimonio con María Picasso López (Málaga, 1855-Barcelona, 1938). Tuvieron tres hijos: Pablo, Dolores y María de la Concepción.
José Ruiz consiguió una plaza en la Escuela de Bellas Artes de La Coruña, adonde se trasladó toda la familia en 1891; a partir de 1895, vivieron en Barcelona, pues el profesor optó por un nuevo puesto en la Escuela de la Llotja. En la capital catalana se casó y tuvo descendencia la hermana de Picasso, Dolores Ruiz, pero en Málaga quedaron parientes por ambas partes.
Para seguir los pasos de Pablo Picasso por la ciudad de Málaga, hemos de comenzar por la casa donde nació, en el número 15 de la Plaza de la Merced, sede actual de la Fundación Picasso Museo Casa Natal. Desde la plaza, espacio de los primeros juegos de Pablo, puede continuarse por la calle Granada, donde se encuentra la parroquia de Santiago, en la que fue bautizado. Desde la calle Granada se accede a la calle San Agustín, donde hoy en día está el Museo Picasso Málaga. Más abajo, se halla el antiguo Convento de San Agustín, que albergó durante una época al Museo Municipal, del que fue conservador el padre de PIcasso, José Ruiz Blasco. Éste fue profesor en la Escuela de Bellas Artes de San Telmo, que se encontraba en la cercana plaza de la Constitución, en el mismo edificio donde se emplaza hoy el Ateneo. En la cercana calle Comedias estuvo el colegio de San Rafael, la escuela de Pablo. Deben reseñarse también la Plaza de San Francisco -en la que estuvo el Liceo, lugar de reunión y actividades culturales, que visitó Picasso- y el instituto Vicente Espinel, en la calle Gaona: en él hizo su último examen en Málaga. Algo más alejada del centro, la plaza de toros de La Malagueta, en la que Pablo vio bastantes corridas, acompañado de su padre.
Esta sección se basa, fundamentalmente, en los textos de Rafael Inglada para el cuaderno La Málaga de Picasso, editado por primera vez por el Área de Turismo del Ayuntamiento de Málaga en 1998, los capitulos 3 y 4 de su libro Picasso: 30 visiones (Málaga: Arguval, 2003) y las entradas correspondientes de su Diccionario Málaga-Picasso, Picasso-Málaga (Málaga: Arguval, 2005).
Málaga en la época de Picasso
La Málaga en la que nació Picasso, el 25 de octubre de 1881, era una ciudad en decadencia, aunque durante buena parte del siglo había podido contarse entre las capitales más emprendedoras y modernas de España. Su desarrollo económico se basó en la exportación de productos agrícolas de la provincia, sobre todo vinos y pasas, pero sus beneficios permitieron además impulsar proyectos industriales que, en el caso de las siderurgias y de las manufacturas textiles, llegaron a contarse entre los más importantes del país. Málaga duplicó su población en cien años, creció con nuevos barrios y con nuevas viviendas en el centro, donde se abrió la calle Larios. Si bien existió una amplia clase media, la mayoría de la población era proletaria, con pésimas condiciones de vida que contrastaban enormemente con las de la enriquecida oligarquía que regía la ciudad; esta situación ocasionaba una fuerte conflictividad social. A pesar de todo, Málaga era una ciudad activa, con un ambiente animado y cosmopolita en su puerto, y cuyos habitantes repartían su ocio entre los paseos por las calles principales, los cafés y tabernas, las corridas de toros (principal espectáculo hasta la tardía inauguración del Teatro Cervantes en 1872), excursiones campestres a las fincas cercanas, tertulias en los hogares burgueses y reuniones de las élites en el Círculo Malagueño y el Liceo, entidades organizadoras de muchos actos culturales. A pesar del elevado analfabetismo, la prensa vivió un gran auge y hubo un número apreciable de centros de enseñanza, entre ellos la Escuela Provincial de Bellas Artes, fundada en 1851. Los pintores locales se vieron favorecidos por la buena situación económica de la burguesía, que apoyó la enseñanza de las artes y mantuvo una gran demanda comercial. Ferrándiz, Haes, Ocón, Muñoz Degrain, Denis, Martínez de la Vega fueron algunos de sus nombres más destacados. La crisis llegó en los últimos decenios: por razones diversas, decayeron las industrias y la agricultura, cuyo golpe de gracia fue la plaga de la filoxera, que hacia 1885 había acabado con casi todos los viñedos de la provincia. A este negro panorama hay que añadir el terremoto de 1884 y la epidemia de cólera de 1885, que provocaron alrededor de dos mil quinientos muertes.